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Es un tema recurrente en los últimos años, el de las amenazas que se ciernen sobre el mundo del trabajo.  En particular nos referimos a la sustitución de actividades laborales hasta ahora encaradas por hombres, a ser suplantadas por distintas aplicaciones de tecnología y crecientemente por la inteligencia artificial y la robotización.  Pero ¿qué pasa en particular con los trabajos de diseño?

En realidad, no es un tema nuevo, cada etapa productiva de la humanidad en sus distintos desarrollos sociales ha visto algún tipo de sustitución con la consecuente pérdida masiva de categorías de trabajos que hasta ese momento eran imprescindibles y parecían insustituibles.

Un 47% de los puestos de trabajo de Estados Unidos corren riesgo de ser automatizados en los próximos 20 años, según un estudio de los profesores de la Universidad de Oxford, Carl Frey y Michael Osborne.

El IEEM ha replicado la misma metodología de investigación para el Uruguay con un resultado similar: “el 54% de los empleos en Uruguay tiene alto riesgo de ser automatizados en 10-20 años”.

El sector de actividad hace variar este promedio: para el sector servicios, el riesgo es de 38%; para el comercio, 69%; para la industria manufacturera, 75% y el sector agropecuario, 78%. *

Pero ¿qué pasa en particular con los trabajos de diseño?

Corren menos riesgos, pues la actividad de diseñar posee algunas características definitorias particulares que se oponen a la robotización.

No es por designio y determinación de los Dioses, ni por cualidades particulares de los diseñadores como seres humanos elegidos (aunque muchos se lo crean), sino porque el diseño implica la conjunción de un grupo de características difíciles de sistematizar cuantitativamente.  Veamos cuáles.

Diseño implica innovación. La clásica receta que dice que todo diseño supone un propósito, con una pizca de nuevo y una cierta vocación por ser reproducido, incluye la innovación. No visualizamos como diseño a aquello que reproduce lo ya conocido. Debe innovar, acción de cambio que supone una novedad. Se acostumbra a asociarla con la idea de progreso y búsqueda de nuevos métodos a fin de mejorar algo que ya existe, dar solución a un problema o facilitar una actividad. No es el fuerte de la inteligencia artificial, que se basa en la clasificación de datos ya conocidos, eso sí con insuperable rapidez y precisión.

Diseño implica inteligencia social. Precisamente aquellas facultades que permiten aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad en relación con los demás, es una cualidad humana y el punto débil del mundo artificial.

Las actividades de diseño implican colectivos de actores con distintos roles que están entrenados desde el inicio para interactuar entre ellos. El diseñador estrella, cercano al capricho artístico es un ejemplar en extinción en el mundo actual, en reafirmación del contenido social del diseño.

La inteligencia social se vincula a las “habilidades blandas” o sea aquellas vinculadas a la interacción social, a la relación entre individuos o entre asociaciones y supone capacidad de percepción, negociación, persuasión y asistencia.

  • Un diseñador contemporáneo debe ser consciente de las reacciones de los otros y entenderlas.  Es lo que llamamos poder de percepción.
  • Un diseñador contemporáneo debe alcanzar acuerdos a pesar de las diferencias entre las partes.  Eso es tener poder de negociación.
  • Un diseñador contemporáneo influye sobre los demás para cambiar su comportamiento.  Es lo que llamamos persuasión.
  • Un diseñador contemporáneo apoya a su cliente en su desarrollo, formando equipo con él.  Es lo que llamamos asistencia.

De manera que las debilidades del mundo de las nuevas tecnologías y en especial la robotización son y deben ser las fortalezas del mundo del diseño, dos mundos que avanzan sobre todas las actividades humanas complementándose en la aceleración de los cambios.

No hay que temer a la tecnología, sino transformarla en nuestra principal aliada. Al contrario, más que una amenaza debemos verla como un desafío al que vamos a superar y que nos va favorecer. Apoyados en las tecnologías seremos más creativos, más innovadores, más inteligentes.

No hay que desconfiar del cambio que lleva consigo la sustitución automática del trabajo humano, sino capacitarnos cada vez más en la especialización de nuestras habilidades de diseño para liderar ese cambio.

Andrés Rubilar

Arquitecto egresado en 1977 de la Faculta de Arquitectura de la Universidad de la República.  Docente Universitario desde 1985, fue Director de la Escuela Nacional de Bellas Artes e integrante del Consejo Directivo Central de la UdelaR.
Actualmente, es el Decano de la Facultad de Diseño y Comunicación de la Universidad de la Empresa.

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