Qué complejo es hablar de la previsión de la demanda, es introducirnos en un cóctel de cálculos estadísticos y datos históricos sumado a cualquier otro dato que pueda dar mayor certeza al logístico en su tan preciada y costosa previsión. La cual está sumergida en un mar de incertidumbres en gran parte por causas propias y otras ajenas.
Las variaciones en la demanda son producto de conductas del cliente y de la propia cadena de suministros. En este último caso las variaciones en la demanda entre los eslabones de la cadena, provocan aguas arriba, fluctuaciones que llegan a ser un verdadero caos para las empresas.
Veamos un ejemplo para sintetizar esas variaciones que se denominan “Efecto Látigo”. Definido por Jay Wright Forrester y simulado por Peter Senge, en su clásico “Juego de la cerveza” (muy habitual para un conferencista motivacional).
El consumo diario de harina en el comercio de doña María es de 20 kilos, por tanto en el mes, si multiplicamos estos 20 kilos por 30 días nos arroja un resultado de 600 kilos, que en el correr de los 12 meses nos darán 7.200 kilos al año. Pero doña María con el fin de evitar un gran stock, debido a que su comercio no tiene espacio, hace un pedido grande al mes y pequeños semanales. Ella compra 500 kilos en la primera semana de cada mes y otros 100 la segunda, la tercera o la cuarta semana, según le venga mejor con el resto de los pedidos a su mayorista. Pero el mayorista a través de su vendedor, le hace un importante descuento por volumen, por lo que doña María hace un pedido de 1.500 unidades una vez al año a fin de aprovechar la oferta de su proveedor.
Como en gran parte de las empresas, el departamento de compras no conoce las promociones que realizan los vendedores. Por tanto, en compras se observa una demanda errática, unas veces 500 kilos, otras 100 y otras 1.500. Por este motivo y aplicando un principio de prudencia, emite al Molino pedidos de 3.000 kilos por vez.
Por tanto el Molino al recibir pedidos de 3.000 unidades cada 5 o 6 meses, y con el fin de mantener cubierto la demanda, mantiene un stock de 4.000 kilos .A su vez el Molino, transmite el mismo efecto hacia sus proveedores de materias primas.
En conclusión, para un consumo de 600 kilos de harina al mes, la cadena de suministro llega a acumular un stock de unos 500 kilos en el comercio de doña María, unos 3.000 kilos en el mayorista y unos 4.000 en el Molino.
Por tanto tendremos un stock permanente de 7.500 kilos para un consumo anual de solo 7.200. Esto implica que en forma permanente tendríamos el equivalente a un año de consumo almacenado a lo largo de la cadena de suministro, un verdadero desastre.
Este es el “Efecto látigo” que ya en 1958, Jay Wright Forrester demostró mediante simulación, las consecuencias que producen decisiones unilaterales, como las de ventas del ejemplo antes mencionado, en el desempeño global de la empresa. Forrester afirmaba que: “el éxito de la empresa depende de la interacción entre los flujos de información, de materiales, de dinero, de mano de obra y de equipo, dentro de la empresa y entre la empresa y sus mercados, su industria y la economía nacional”. En concreto nacía el concepto del temido “Efecto Látigo”.
Pero fue Peter Senge quien demostraría, las negativas consecuencias, provocas por esas variaciones de la demanda del cliente final aguas arriba de la cadena de suministros. Senge para comprobar estos efectos creó una simulación denominada el “Juego de la cerveza” (The Beer Game).
Esta simulación, la cual podemos jugar hoy en día, nos deja ver cómo variaciones en la demanda del cliente final provocaban aguas arriba de la cadena de suministro, distorsiones, roturas de stock o sobre stock que afectan la rentabilidad de las empresas.
Por tanto, la comunicación entre los eslabones de la cadena de suministros es indispensable para el éxito de las empresas.
Juguemos con la cerveza y evitemos el látigo (ver enlace para más información).